Un constante billete de ida y vuelta

Os comenté la semana pasada que el día corre demasiado deprisa y la semana quizá más veloz que esas veinticuatro horas multiplicadas por cinco, y que según avanza la semana esperas con más deseo la llegada del viernes por la tarde para comenzar a descansar. Pero este finde el descanso a pasado a un segundo lugar, pues aprovechando mi finde de "rodríguez" y queriendo compensar el olvido de cambiar el despertador el viernes por la mañana.
La semana llevaba el mismo ritmo y la misma planificación que la pasada hasta que el viernes al sonar el despertador me extrañó despertarme tan fresco y más despierto que cualquier día, pero descubrí el porqué mientras me vestía para encarar las series vespertinas, pues sonaron la señales horaria "Son las 7, las seis en Canarias". Con lo cual descarté salir el viernes y cambiar las series para el sábado, pero por la tarde cambié de planes pues durante la sesión de gym, las máquinas de cardio estaban averiadas por lo que decidí salir a correr después de las sesión de pesas.
El sábado me desperté algo tarde y salí a entrenar sin prisa, pero mientras calentaba me noté cansado y decidí dejar las series, y cambiarlo por un entreno de fartlek de 500 metros durante cuarenta minutos intercalando ritmos, que dejó en el cuerpo un buen entreno.
El domingo un mal planteamiento por mi parte supuso que mi entreno con Fernando se prolongara casi diez minutos más de lo planeado con lo cual las piernas pedían parar a gritos al final. Las piernas las noto muy cargadas, ante todo porque he cometido la locura de acumular más de 42 kilómetros de entreno en unas treinta y siete horas. Con lo que he terminado el finde con la sensación de vivir mi vida sobre unas zapatillas como este vídeo que encontré en internet.

THE MAN WHO LIVED ON HIS BIKE from Guillaume Blanchet on Vimeo.