Un constante billete de ida y vuelta

Mi vida la paso entre dos puntos y a veces al despertar no sé muy bien donde me encuentro, si en mi añorada localidad natal o en la queridísima ciudad de adopción

Algo de pereza se observa en mis ojos al mirarme al espejo esta mañana, me refresco e intento que el agua me haga cambiar mi ánimo, pero no reacciono.
Desayunado noto algo extraño, no se que es, pero noto algo; el desayuno es el mismo, pero la luz no, y contemplo menos luces encendidas de lo normal en la ventanas vecinas.
Me visto y al salir a las escaleras y transitar hasta el portal de la calle, noto algo, falta gente; me faltan vecinos con la que normalmente coincidimos y nos damos los buenos días, contemplo mucho espacio para aparcar y mucho espacio para deambular por las aceras, unas pequeñas gotas de lluvia recorren mi cara pero no despierto. Oigo como se aproxima por mi espalda el autobús como todos los días y pienso que esto me retomará a la normalidad pero contemplo que está vacío. Al llegar a la altura de la glorieta y aunque los semáforos están en rojo, puedo cruzarlos sin prisa; bajos las escaleras del metro y coincido con un tren, no tengo que correr, ni empujar, entro sin dificultad e incluso observo asientos vacíos. Al salir el día tiene el mismo color gris y plomizo, pero no nos dirigimos los habituales como todas las mañanas con la misma dirección, la inquietud de lo extraño no se desvanece, algo sigue siendo distinto; sin embargo al llegar a la oficina, al entrar la luz toma su color habitual y ya todo es como de costumbre, como todos los días.
Mañana será fiesta.


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